Alex B. Raco
Postgrados Universitarios de
Especialista Trastornos Ansiedad,
Hipnosis Ericksoniana
y Psicopatología Clínica
Autor del bestseller
'Nunca Es El Final'
Discípulo del Dr. Brian Weiss
Con la tecnología de Blogger.
La vida después de la muerte sigue durante 4 días: Nuevo estudio de ADN lo confirma
Nuestra definición científica de lo que es la muerte podría cambiar próximamente y por lo menos extender el momento en el que una persona se declara oficialmente "muerta".
La frontera entre la muerte y la vida es más gruesa de lo que nos imaginamos. Uno podría pensar que algunas de las células de nuestros tejidos pueden estar vivas unos minutos después de morir. Lo que no se sabía es que muchos genes siguen funcionando varios días después de la muerte.
Peter Noble (Universidad de Washington en Seattle) y sus colaboradores estaban intentando probar un método que permitía calibrar las medidas de la actividad genética. Una vez realizados experimentos sobre muestras vivas, decidieron, llevados por la curiosidad, aplicar el sistema sobre muestras postmorten.
Ya se sabía que los genes relacionados con la curación de las heridas se activaban al cabo de muy pocas horas de producirse la muerte en humanos. También se había notado cierta actividad genética de unos pocos genes en las células de la sangre y del hígado de cadáveres humanos. Pero este grupo de investigadores midió esta actividad postmorten en más de mil genes.
Hasta entonces habían asumido que los genes cesarían toda actividad al poco de producirse la muerte, ya que las células de los tejidos del cuerpo carecerían de oxígeno y nutrientes. Pero, aunque la mayoría de los genes dejaban de tener actividad 24 horas tras la muerte del animal, algunos de ellos seguían funcionando hasta 4 días después, como en el caso de los peces.
Esto significa que hay suficiente energía y función celular después de la muerte como para activar estos genes y que funcionen por un tiempo, aunque el animal esté muerto.
Para calcular esta actividad los investigadores midieron la cantidad de ARN mensajero (ARNm) de las células de distintos órganos a lo largo del tiempo y a intervalos regulares tras la muerte de los animales de estudio.
Como ya todos sabemos, un gen es una secuencia de ADN que codifica una proteína en concreto. Cuando el gen está activo, esta información es leída y se sintetiza la proteína correspondiente, un proceso en el cual el ARNm juega un papel clave. Si no está presente el ARNm correspondiente a un gen concreto entonces es que ese gen no está activo.
Muchos de estos genes postmorten encontrados son beneficiosos en caso de emergencias, ya que realizan funciones relacionadas con el proceso inflamatorio, aceleran el sistema inmunitario o contrarrestan el estrés. Así es que parece lógico que estén funcionando tras la muerte. Simplemente no se han “dado cuenta” de que ya no hay nada que hacer.
Pero otros genes con actividad postmorten resultaron constituir toda una sorpresa, pues estaban relacionados con el desarrollo embrionario, genes que no suelen funcionar ya tras el parto. Además, el pico de actividad de estos genes se daba al poco de la muerte del animal. Los investigadores implicados especulan que quizás el ambiente del cadáver recuerde a aquel en el que se encontraba el embrión.
Los genes interaccionan entre sí y forman una red compleja que mantienen las funciones del organismo. Algunos de los genes pueden activarse porque los genes que los mantienen silenciados se han apagado. Estudiando este tipo de relaciones se puede extraer información sobre como evolucionaron estas redes.
“El titular de este estudio es que podremos conseguir mucha información acerca de la vida mediante el estudio de la muerte”, dice Noble.
La frontera entre la muerte y la vida es más gruesa de lo que nos imaginamos. Uno podría pensar que algunas de las células de nuestros tejidos pueden estar vivas unos minutos después de morir. Lo que no se sabía es que muchos genes siguen funcionando varios días después de la muerte.
Peter Noble (Universidad de Washington en Seattle) y sus colaboradores estaban intentando probar un método que permitía calibrar las medidas de la actividad genética. Una vez realizados experimentos sobre muestras vivas, decidieron, llevados por la curiosidad, aplicar el sistema sobre muestras postmorten.
Ya se sabía que los genes relacionados con la curación de las heridas se activaban al cabo de muy pocas horas de producirse la muerte en humanos. También se había notado cierta actividad genética de unos pocos genes en las células de la sangre y del hígado de cadáveres humanos. Pero este grupo de investigadores midió esta actividad postmorten en más de mil genes.
Hasta entonces habían asumido que los genes cesarían toda actividad al poco de producirse la muerte, ya que las células de los tejidos del cuerpo carecerían de oxígeno y nutrientes. Pero, aunque la mayoría de los genes dejaban de tener actividad 24 horas tras la muerte del animal, algunos de ellos seguían funcionando hasta 4 días después, como en el caso de los peces.
Esto significa que hay suficiente energía y función celular después de la muerte como para activar estos genes y que funcionen por un tiempo, aunque el animal esté muerto.
Para calcular esta actividad los investigadores midieron la cantidad de ARN mensajero (ARNm) de las células de distintos órganos a lo largo del tiempo y a intervalos regulares tras la muerte de los animales de estudio.
Como ya todos sabemos, un gen es una secuencia de ADN que codifica una proteína en concreto. Cuando el gen está activo, esta información es leída y se sintetiza la proteína correspondiente, un proceso en el cual el ARNm juega un papel clave. Si no está presente el ARNm correspondiente a un gen concreto entonces es que ese gen no está activo.
Muchos de estos genes postmorten encontrados son beneficiosos en caso de emergencias, ya que realizan funciones relacionadas con el proceso inflamatorio, aceleran el sistema inmunitario o contrarrestan el estrés. Así es que parece lógico que estén funcionando tras la muerte. Simplemente no se han “dado cuenta” de que ya no hay nada que hacer.
Pero otros genes con actividad postmorten resultaron constituir toda una sorpresa, pues estaban relacionados con el desarrollo embrionario, genes que no suelen funcionar ya tras el parto. Además, el pico de actividad de estos genes se daba al poco de la muerte del animal. Los investigadores implicados especulan que quizás el ambiente del cadáver recuerde a aquel en el que se encontraba el embrión.
Los genes interaccionan entre sí y forman una red compleja que mantienen las funciones del organismo. Algunos de los genes pueden activarse porque los genes que los mantienen silenciados se han apagado. Estudiando este tipo de relaciones se puede extraer información sobre como evolucionaron estas redes.
“El titular de este estudio es que podremos conseguir mucha información acerca de la vida mediante el estudio de la muerte”, dice Noble.
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